CONGELACIÓN

Estoy fuera. Les mando esta postal para que no me olviden. Madrugué tanto el sábado pasado que aún no me he recuperado; son cosas que pasan. Tirado sobre el piso helado de la estación de El Casar veía pasar a la fauna nocturna en retirada. Ellas me enseñaban muslos como columnas de hielo. Ellos, bocas de bronce erosionadas por el garrafón y el tabaco. Yo leía a Greg Egan para no volverme loco:
"Cuando las personas dejaban de entender cómo funcionaban en realidad las máquinas que las rodeaban escribía el australiano en su Instante Aleph-, el mundo que habitaban se disolvía en un paisaje onírico incomprensible".
Las máquinas estaban a un lado y a otro del pensamiento, como siempre, y había máquinas que habían quedado atrás y otras que estaban esperándome al final del camino. Más tarde, en la nave industrial, el frío se hizo tan intenso que creí morirme de risa; la congelación fue evidente a partir de las primeras cinco horas. Cuando los dedos de la mano derecha se negaron a obedecer órdenes, pensé que todo había terminado. Esto es lo que hacen los héroes, pensé, y no tu sucedáneo de supervivencia. En aquella nave, y en otras naves vecinas, se estaba escribiendo la historia. Los protagonistas de la misma no disfrutaban de blog propio, pero sabían chistes definitivos producto de la congelación y del odio.
2 comentarios
Enrique -
Te estaremos eternamente agradecidos.
Un abrazo.
pini -
o lee etiquetas, como hago yo.
o nada.
gracias por tu recuerdo.
cerré, sí, pero no conozco la significación del tèrmino definitivo.
un abrazo.
p.d.: por cierto, a magda le debo algo más que un mail, pero es que se me ha pasado el tiempo alejada de la tecnología.